¿Alguna vez te has detenido a reflexionar sobre el acto de estar consciente?- Si lo haces, notarás que el ser humano vive sumergido en dos condiciones que morfológicamente lo inhiben en alcanzar su máximo potencial como ser racional. La primera, es un caudal de aserciones inverosímiles o absurdas contradicciones, las cuales podemos llamar: “Paradojas de la vida”, la segunda, y que forma parte de su conocimiento cognitivo: “Los paradigmas circunstanciales.”
Ya desde ese plano racional que enfaticé antes, forjamos y adoptamos paradigmas basados en una conceptualización errónea de nuestra realidad. Una realidad tangible que en la mayoría de las veces, está en desfase con la realidad espiritual interior y que nos aleja más de Dios en la manera como actuamos.
“Tenemos casas más grandes y familias más pequeñas; más conveniencias , y menos tiempo; tenemos más estudios, pero menos sensibilidad; más sabiduría y menos juicio; más expertos, pero más problemas; más medicina, pero menos salud. Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero hemos reducido nuestros valores humanos; hemos aprendido como ganarnos la vida, pero no sabemos vivir; le hemos agregado años a la vida, no vida a los años; hemos conquistado el espacio sideral, pero no el espacio interno; hemos dividido en átomo, pero no nuestros perjuicios; desarrollamos tecnologías y usamos computadoras, pero nos comunicamos menos; tenemos la capacidad para viajar a la luna, más sin embargo, no podemos cruzar la calle para conocer al vecino.”
Como podemos apreciar, esas son paradojas substanciales que conforman nuestro diario vivir y nos dejan el alma vacía y sin esperanzas. Olvidamos concienzudamente el aprecio a la esencia misma de haber sido creados a la imagen de Dios y de gozarnos en su creación. Somos, sólo el producto de nuestras mentes construidas con conjeturas anecdóticas que representan nuestra realidad visible en un mundo sub-real, y para desconectarnos de esta ilusión, es necesaria una verdadera transformación en nuestra forma de pensar y de concebir las cosas.
“Más allá de lo físico, encontré un mundo ideal, un mundo sin sufrimientos, ni enfermedades; un mundo de gozo y de satisfacción. Un mundo en donde las emociones negativas(rencor, odio, miedo, inseguridad, enojo, tristeza depresión, irritabilidad) no formaban parte de mi ser y como rio caudaloso que surca la tierra, así abundaba la alegría en mi corazón. Observaba minuciosamente mi alrededor, y me asombré sobre manera como los árboles estaban cargados de frutos; no existía el hambre, ni la miseria; ni problemas ambientales, ni de viviendas. La propiedad privada y la avaricia desmedida no formaban parte del panorama; todos vivíamos unísonamente en paz y armonía”. Me desperté de mi mundo utópico y volví a la realidad de un mundo irrisorio dominado por el factor estimulo-respuesta, por las trivialidades, por los paradigmas y las paradojas que florecen incesantemente en nuestras almas, usufructo del libre albedrio.
Jesús vino a esta Tierra a enseñarnos el verdadero camino a seguir. Un camino basado en la esencia espiritual del ser y de la relación de ese ser con el Creador. Sólo cuando podamos apreciar y entender la naturaleza de Dios en nosotros seremos capaces de reflejar su gloria. “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (Romanos 8:20-21).
¡Dios los bendiga rica y abundantemente!
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