Mateo Morrison /fuente http://www.listindiario.com
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La trayectoria artística de Ramón Oviedo es inmensa e intensa. No cabe en ningún espacio que tenga como instrumento la palabra, porque siempre se quedarán aspectos que son parte del silencio.
Emprender un recorrido por su vida y obra siempre será una aproximación a la esencia de sus aportes. Esto se ha hecho en múltiples oportunidades a través de artículos, conferencias y libros. La opinión del destacado crítico Armando Álvarez Bravo es plenamente compartida por nosotros:
De esta suerte, los cuadros del pintor se convierten en verdaderas sinfonías cromáticas en que las formas se materializan con insólita fuerza. Pero siempre, siempre, subordinadas a un color aplicado con suprema sabiduría y dominio de los matices. Es decir, el dominio que sólo alcanzan los maestros. Un dominio que da a la pintura de Oviedo esa profundidad singular en que todo parece proyectarse o hundirse infinitamente.
Formas y colores, a veces inéditos, atravesarán los lienzos. Trazos fuertes, duros y a veces llenos de horror, formarán parte de sus murales. Ternuras orillando la llegada de la tarde convertidas en matices llenos de vida.
Arcoíris terrenales se moverán a los espacios creados por Dante y parecerán infiernos coloreados. Autorretratos que son diluidos para que expresen la eternidad. Una guitarra que trata de interpretar lo que un cuadro no podrá decir porque los sonidos en ese momento se expresan mejor que los colores.
Oviedo es una inmensidad de arte que se transfigura en un ser humano que dimana grandeza. Es una síntesis real de ética y estética, de valores que se orquestan y nos dan una totalidad comparables a figuras como Pedro Mir, en la poesía; Juan Bosch, en la narrativa; Eduardo Brito, en la música; y Eugenio Marcano, en las ciencias, para mencionar solo cuatro ejemplos de una galería donde la dominicanidad puede ser exhibida en cualquier parte del mundo.
La iniciativa del Presidente de la Comisión de Cultura del Senado, Lic. Eddy Mateo Vásquez, aprobada a unanimidad por nuestra cámara alta, haciendo un reconocimiento a Ramón Oviedo por “sus aportes en el ámbito del arte y la cultura en República Dominicana y por su intachable vida de hombre de bien y ciudadano ejemplar”, se cristalizó en un acto donde se expresó a nombre de todo el pueblo dominicano la gratitud a este artista de dimensión universal. Su legado pervivirá a través del tiempo como un símbolo del extraordinario papel que juega el arte en la plasmación de una realidad, que alcanza los niveles donde solo habita la excelencia.
Emprender un recorrido por su vida y obra siempre será una aproximación a la esencia de sus aportes. Esto se ha hecho en múltiples oportunidades a través de artículos, conferencias y libros. La opinión del destacado crítico Armando Álvarez Bravo es plenamente compartida por nosotros:
De esta suerte, los cuadros del pintor se convierten en verdaderas sinfonías cromáticas en que las formas se materializan con insólita fuerza. Pero siempre, siempre, subordinadas a un color aplicado con suprema sabiduría y dominio de los matices. Es decir, el dominio que sólo alcanzan los maestros. Un dominio que da a la pintura de Oviedo esa profundidad singular en que todo parece proyectarse o hundirse infinitamente.
Formas y colores, a veces inéditos, atravesarán los lienzos. Trazos fuertes, duros y a veces llenos de horror, formarán parte de sus murales. Ternuras orillando la llegada de la tarde convertidas en matices llenos de vida.
Arcoíris terrenales se moverán a los espacios creados por Dante y parecerán infiernos coloreados. Autorretratos que son diluidos para que expresen la eternidad. Una guitarra que trata de interpretar lo que un cuadro no podrá decir porque los sonidos en ese momento se expresan mejor que los colores.
Oviedo es una inmensidad de arte que se transfigura en un ser humano que dimana grandeza. Es una síntesis real de ética y estética, de valores que se orquestan y nos dan una totalidad comparables a figuras como Pedro Mir, en la poesía; Juan Bosch, en la narrativa; Eduardo Brito, en la música; y Eugenio Marcano, en las ciencias, para mencionar solo cuatro ejemplos de una galería donde la dominicanidad puede ser exhibida en cualquier parte del mundo.
La iniciativa del Presidente de la Comisión de Cultura del Senado, Lic. Eddy Mateo Vásquez, aprobada a unanimidad por nuestra cámara alta, haciendo un reconocimiento a Ramón Oviedo por “sus aportes en el ámbito del arte y la cultura en República Dominicana y por su intachable vida de hombre de bien y ciudadano ejemplar”, se cristalizó en un acto donde se expresó a nombre de todo el pueblo dominicano la gratitud a este artista de dimensión universal. Su legado pervivirá a través del tiempo como un símbolo del extraordinario papel que juega el arte en la plasmación de una realidad, que alcanza los niveles donde solo habita la excelencia.
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